viernes, 12 de octubre de 2012

EL EJEMPLO DE SIMON



Lucas 23:26  Y llevándole,  tomaron a cierto Simón de Cirene,  que venía del campo,  y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.

Su cuerpo estaba golpeado por muchas heridas hechas por el látigo del soldado que abusando de su autoridad golpeo indiscriminadamente su cuerpo hasta el cansancio. Su sed era tal que su cuerpo deshidratado no podía soportar mas al sol que arremetía a su cuerpo, y aunque su voluntad era firme su carne se desplomo en tres ocasiones antes de llegar a su destino.

Te parece conocida esta historia espero que si. Es la historia de Jesús camino a la cruz. Durante su recorrido hacia la cruz su cuerpo sucumbió ante el cansancio y las heridas provocadas horas antes a su ejecución. Pero hay algo de este relato que me enseña mucho, si bien Jesús es Dios en ese momento su fragilidad humana fue palpable al observar que cayo en 3 ocasiones.

LA HERIDA QUE NUNCA SANO

La tropa avanzaba paso a paso. La selva estaba espesa y húmeda, el suelo, lleno de barro y el peligro acechaba en cada metro del sendero.
En eso Lewis B. Puller, teniente del ejército estadounidense que peleaba en Vietnam, pisó una trampa explosiva. Para todo soldado que hablaba inglés, era literalmente una “trampa cazabobos”. La explosión no lo mató, pero le mutiló las dos piernas y parte de las manos.

Librado de la muerte, Lewie Puller regresó a su país, estudió derecho a fin de convertirse en abogado, se casó y tuvo hijos y hasta escribió un libro titulado Hijo Afortunado que le ganó un premio. Pero su vida nunca dejó de arrastrar el dolor de la guerra. Un día, no aguantando más su pena, se suicidó. La revista Time publicó su obituario y le puso por título: “La herida que nunca sanó”

DESPUES DE HABER PECADO



Es una realidad que todos tenemos luchas diarias, áreas de nuestra vida con las que tenemos años de venir luchando por tratar de cambiar, pero en muchos casos, no hemos avanzado mucho.
Si realmente eres nacido de nuevo, sientes un dolor muy profundo por fallar quizá en las mismas áreas todo el tiempo, te sientes mal, quizá lloras muchas veces al ver que no puedes sostener tu palabra de no volverlo a hacer.

Para aquellos que un día conocimos al Señor y tuvimos un encuentro real con Él, no es una sensación bonita la que se siente fallarle a Dios. De hecho cuando le fallamos sentimos como que todo se nos vino abajo, como que si Dios ya está cansado de nosotros o como que si nunca fuésemos a cambiar.
¿Te ha pasado?, ¿Has experimentado esa sensación de saber que no tienes que hacer eso, pero a pesar de ello lo haces y luego te sientes muy mal contigo mismo?, y es que la mayoría de nosotros sabemos muy bien que no tenemos que actuar de ciertas maneras, quizá en ocasiones mientras has estado llevando a cabo tu falla, has sentido que no tienes que hacerlo, sin embargo no puedes parar a pesar que sabes que después te sentirás mal.