Bill Andrews era un tipo grande, torpe y poco atractivo.
Se vestía extrañamente con ropa que no le quedaba bien.
Había varios tipos que pensaban que era divertido burlarse de él. Un día uno de
ellos notó un pequeña rotura en su camisa y le dio un jaloncito. Otro obrero en
la fábrica agregó su poquito y en poco tiempo había una exhibición de jirones.
Bill siguió con su trabajo y al pasar demasiado cerca a una
banda transportadora, uno de los jirones de su camisa fue atrapado por la
maquinaria. En fracciones de Segundo, la manga y Bill estaban en problemas. Las
alarmas sonaron, los interruptores fueron accionados y se evitó el problema.
El capataz, sin embargo, al tanto de lo que había pasado,
convocó a los hombres y relató esta historia:
En mis días mozos, trabajé en una pequeña fábrica. Allí fue
donde primero conocí a Mike Havoc. Era grande e ingenioso, siempre haciendo
chistes y travesuras.
Mike era un líder. Entonces también había un Pete Lumas. Él
siempre le seguía la corriente a Mike. Era un seguidor. Y también estaba un
hombre llamado… Jake.
Él era un poco más Viejo que el resto de nosotros –callado,
inofensivo y apartado. Siempre almorzaba solo. Siempre vistió los mismos
pantalones parchados por tres años seguidos. Nunca se unía a los juegos del
mediodía: luchas, herraduras, y cosas similares.
Se veía indiferente, más bien siempre sentado bajo un árbol
en silencio.
Jake era el blanco natural para chistes prácticos. Solía
encontrar una rana viva en su porta-vianda o a un roedor muerto en su sombrero.
Pero siempre lo tomaba con buen humor.
Entonces, un otoño, cuando las cosas estaban lentas, Mike
tomó unos días libres para ir de caza. Pete se le unió, por supuesto. Y nos
prometieron a todos que si cazaban algo, nos traerían a cada uno una parte. Así
que todos nos entusiasmamos cuando oimos que habían regresado y que Mike había
cazado un venado grande. Oimos más que eso.
Pete nunca podía reservarse nada, y nos dejó saber que
tenían una gran broma preparada para Jake. Mike había cortado al bicho y había
hecho un paquete agradable para cada uno de nosotros. Y, para divertirnos,
había guardado las orejas, la cola y las pezuñas –sería tan divertido cuando
Jake las abriese.
Mike distribuyó sus paquetes durante el almuerzo. Cada uno
de nosotros recibió una buena pieza, la abrimos y se lo agradecimos. El paquete
más grande lo guardó para el final. Era para Jake.
Pete estaba a punto de estallar y Mike se veía muy
satisfecho. Como siempre, Jake estaba sentado solo; estaba en el extreme más
lejano de la gran mesa.
Mike empujó el paquete donde él pudiese alcanzarlo; y todos
nos sentamos a esperar. Jake nunca decía mucho. Uno pudiera nunca darse cuenta
de que él estaba presente por “su mucho hablar”. En tres años nunca habría
pronunciado cien palabras. Así que nos asombramos con lo que pasó a
continuación.
Él tomó el paquete con firmeza y se puso lentamente de pie.
Le sonrió ampliamente a Mike –y fue entonces que nos dimos cuenta de que sus
ojos relucían. Su manzana de Adán tembló de arriba a abajo por un momento hasta
que recobró el control de sí mismo.
“Sabía que no me olvidarían”, dijo agradecido; “¡sabía que
lo harían! Ustedes son grandes y juguetones, pero sabía que tenían un buen
corazón”. Tragó nuevamente y entonces se dirigió al resto de nosotros.
“Sé que no he sido muy amistoso con ustedes, pero nunca
quise ser rudo. Verán, tengo nueve chicos en casa –y una esposa que ha estado
inválida– en cama por los últimos cuatro años. Nunca se va a mejorar. Y algunas
veces, cuando se siente realmente mal, tengo que estar a su lado toda la noche
para cuidarla. Y la mayor parte de mi salario tengo que gastarlo en médicos y
medicamentos. Los muchachos hacen lo que pueden para ayudar, pero a veces ha
sido difícil poner alimento en sus bocas”.
“Quizás piensen que es tonto de mi parte el que coma solo.
Bueno, reconozco que me he avergonzado un poco de mí mismo porque no siempre
tengo algo en mi emparedado. O, como hoy –tal vez solo hay un nabo crudo en mi
porta-vianda. Pero quiero que sepan que esta carne realmente significa mucho
para mí. Quizás más que a nadie aquí porque esta noche mis muchachos”, se secó
la humedad de sus ojos con el dorso de su mano, “…esta noche mis muchachos van
a tener una buena…” Tensó la cuerda del paquete.
Habíamos estado observando a Jake con tanta atención que no
le habíamos prestado mucha a Mike y Pete. Pero todos los observamos ahora,
porque ambos se lanzaron al mismo tiempo a agarrar el paquete. Pero llegaron
muy tarde. Jake había roto el envoltorio y ya estaba revisando su regalo.
Examinó cada pezuña, cada oreja, y entonces levantó la cola
que se colgaba blanda. Debía haber sido tan divertido, pero nadie se rió
–ninguno en absoluto. Pero la parte más difícil fue cuando Jake levantó la
mirada e intentó sonreír.
Aquí fue donde el capataz dejó la historia y a sus hombres.
No tuvo que decir nada más; pero fue gratificante observar que mientras cada
hombre comió su almuerzo ese día, compartió con Bill Andrews y uno de ellos aun
le ofreció su camisa.
Muchas veces no entendemos porque tal persona es callada, no
rie, parece raro o como que no encaja en el grupo, y la verdad es que
desconocemos mucho de esa persona, cuando nos acercamos y nos enteramos que
viven o sufren y nos ponemos en sus zapatos, entenderemos su corazòn. No los ignoremos,
acerquemosnos hoy a ellos y quizàs nos sorprendamos.
Porque El dice a Moisés: TENDRE MISERICORDIA DEL QUE YO
TENGA MISERICORDIA, Y TENDRE COMPASION DEL QUE YO TENGA COMPASION.
Rom 9:15.
No hay comentarios:
Publicar un comentario